Camino hacia Irien

Eterna es la busqueda de aquello que no se puede encontrar, y ese es mi proposito, yo adoro al dios de la muerte y su mano es mi arma y su mente es mi fe. Iba a la busqueda de un víctima, el capitán Karrde, del batallón de defensa, un guerrero sin igual, un hombre con un coraje y una fuerza digna de un líder, por eso, es mi próxima presa, o se unirá, o morirá. El campamento era un campamento base, el ejército de defensa estaba muy débil y agotado, y descansaban, me infiltraría como la peste entre el campamento y hablaría con el capitán, digno de los honores de la muerte.

Mi paso fue lento pero analítico, en cada esquina de campamento se encontraba un guardia, por un instante me dejé mostrar como una figura en la lejanía, un fantasma inminente, pero desaparecí entre la niebla y la sombra, haciendo al guardia, que tan solo se le erizara el pelo de la nuca.

El guardia, armado con una alabarda bajo un poco la ladera, había visto algo, algo que le asustó, pero debía cerciorarse antes de dar la alarma. La niebla era espesa y el guardia, sin darse cuenta fue bajando la ladera, sin darse cuenta de los pasos que daba, guiado por su instinto.

Entonces oyó algo, un ruido de cugrido de hojas y se giró y se vió, inebitablemente rodeado de niebla, espesa y misteriosa, ahora, un guerrero valeroso se veía asustado como un ratón inútil, y sin darse cuenta, le dió la espalda a la muerte.

-MUEREEEeee...-- Susurré en su oido con una voz pantanosa al tiempo que le cortaba la cabeza con un movimiento rápido y contundente con su hacha en el cuello. El cuerpo cayó al suelo con un sonido hueco y metálico. Un guardia menos, me decidí a continuar aventurarme en el campamento.

Subí la colina sigiloso como una sombra, los soldados dormían, solo algunos jugaban a las cartas y comentaban sus historias, sin ser conscientes del peligro que sufrían.