Zona Oeste: La primera ofensiva de los zombies

El capitán se apuro a recuperar su arma (Que se encontraba a dos zancadas de distancia) para observar el caos del combate y aún así, aunque habria podido desesperar al notar la cantidad de bajas entre sus hombres, o lo tensa de la situación, su instinto de superviviencia le obligaba a omitir aquellos "detalles" y centrarse en triunfar, el triunfo es excusa para todo...

Empuño sus aceros y se dispuso a decapitar nuevos Zombis, pero se detuvo en seco cuando vio a aquella figura.

De cierta forma le esperaba, sabia que si vencia a aquel la situación mejoraria... pero tambien estaba la contratapa del libro; Un poseido que lidera a una horda de Zombis no puede ser ningun novato.

El capitán, con gruesas perlas de sudor surcandole el rostro, se giro para encarar al poseido; Y entonces noto la invaluable ayuda de su franco, el Teniente, le dijo con su clara y profunda voz.

- Señor Ralexion, los que hoy han muerto, nuestros hermanos, piden a gritos desde la ultratumba que decapitemos a ese gentilhombre; ¿No tendrá problema con asistir en cumplir su ultimo deseos, verdad? - Aquellas ironicas palabras fueron pronunciadas, en contraste con la "suavidad" de las palabras, con una gravedad que denotaba real enfado - algo, cuanto menos, extraordinario en el siempre tranquilo capitán - y una seriedad absoluta.

Y entonces, sin más, con los aceros de sus manos, se lanzo a la carrera a por el Poseido y su escolta, confiando en que el Teniente tambien actuaría; Ellos eran dos, y el Poseido tenia cuatro...

Zitarrosa estaba deseoso de cruzar aceros con el Poseido, pero en un movimiento de prudencia, su primer acción fue la de lanzarse a por la escolta, a por los dos de la derecha, de hecho (Dejando los otros dos al teniente) para, con dos rapidos y decididos tajos, reducirlos y dejando abierto asi el franco derecho del Poseido, quien tendria que encarar al Capitán.

Tras recibir varios mordiscos, el joven consiguió librarse de los "amorosos" zombies que le habían asaltado momentos antes. Su armadura ligera había sido atravesada y dañada en varios y diferentes puntos sangrantes, ninguno de estos tenía buen aspecto, pero la mente de Ralexion se encontraba sumida en la batalla y por ende, poco dolor le reportaban estas heridas, solo un ligero escozor. La historia sería diferente cuando tuviera que curar y vendar esos bocados.

Respirando con fuerza, con su espada baja, el teniente observó todo lo que había a su alrededor. Las cosas no iban bien para los ejércitos humanos, pero "la espada de plata" no estaba dispuesta a rendirse todavía. Su vista le permitió captar la llegada de un ser que le repugnaba con tan solo verlo, un paladín poseído, altivo y desafiante por partes iguales.

- No hace falta que lo mencione, capitán, no puedo esperar a darles esa satisfacción -le respondió, también con suma seriedad, a Zitarrosa, atravesando con la mirada a su oscuro enemigo.

El hombre al mando corrió en pos de sus oponentes, y así lo siguió su segundo. Tomó la reliquia familiar con ambas manos, todavía manteniéndola baja, y corrió con la mirada concentrada única y exclusivamente sobre el paladín y sus sirvientes. El capitán atacó a la mitad de su escolta, y lo mismo hizo Ralexion, que descargó un mortal barrido bajo contra los zombies restantes, haciendo que su hoja buscara sus endebles piernas para segarlas.

FDI: ¿La pelea con el paladín será narrativa con su veredicto, o a dados? Pura curiosidad ^^

El montaraz cayó sobre aquel zombi como si de su propio halcón se tratase, hundiendo los katares en las costillas del monstruo y destrozándole los pulmones y diversos órganos internos. Se levantó con rapidez, tajando la garganta de otro y buscando aliviar la presión que la horda enemiga ejercía sobre el grupo de Zitarrosa. Se movía con gráciles fintas y giros, siempre con los brazos extendidos y buscando zonas débiles y vitales en el cuerpo de los enemigos; en breves momentos, las doradas hojas de sus katares estaban teñidas de sangre podrida.

Pero entonces sus azulados ojos captaron algo. Algo que le llamó sumamente la atención. Una figura envuelta en negros ropajes se acercaba entre la masacre, impasible, caminando como si ninguno de los golpes que estaban recibiendo sus subordinados pudiera afectarle. Era él, el paladín enemigo.

Kaelos se aprestó a lanzarse contra aquel, pero entonces vió como Zitarrosa y su segundos se le adelantaban. Por un momento pensó en matarlos y luego encargarse del comandante enemigo, pero entonces... Entonces recordó la deuda que tenía con el Capitán. Si le dejaba aniquilar al comandante enemigo, que por defecto era SU presa, quedaría en paz con el soldado... Y no iba a dejar pasar la oportunidad de saldar la deuda.

Resignado, simplemente se volteó y siguió lanzando rápidos pero certeros tajos, buscando gargantas, corazones, rostros y cuantos puntos vitales pudiera alcanzar en los putrefactos siervos de los Demonios...

Para evitar parones en esta trama la continuaremos por separado, con los activos.