Sentimientos y melodías al son del mediodía
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Sentimientos y melodías al son del mediodía
Un par de horas hacía que el bardo o juglar como otros también le llamaban se encontraba en la plaza principal del barrio comercial. Allí el gentío era tan abundante que no podía haber un lugar mejor para que un músico ambulante probara suerte e intentara ganar un par monedas con las que poder llevarse algo a la boca. Sus dedos parecían relámpagos que con una precisión inherente rasgaban las cuerdas del laúd con bellas melodías que hipnotizaban de rato en rato a distintos grupos de personas con un buen oído para la música; para cualquiera con algo de conocimiento sobre los caminos del sonido aquello era una perfecta obra de arte.
A primera hora fueron los pequeños niños los que le hacían compañía y tomaban asiento o se arrodillaban frente al músico, pidiéndole baladas épicas sobre las míticas batallas de Aenor y sus valientes. Más adentrada en la mañana fueron las bellas mujeres que recorrían los bazares en busca de artículos para el hogar, las que se paraban a escuchar las melodías tiernas y románticas con las que el bardo las deleitaba. Para cada persona había un tipo de canción, para cada cara había un pensamiento y una necesidad, era fabulosa la capacidad de Teyron para analizar los sentimientos de las personas con sólo verles la cara y endulzar su desasosiego cotidiano con el bello sonido de la música. No obstante, no le faltó tiempo al muchacho entre canción y canción para cortejar a más de una de las mujeres que escuchaban sus canciones con los ojos llorosos. Muchas de ellas casadas, claro.
Durante la mañana también habían pasado algún que otro hombre de mediana o avanzada edad a escuchar sus melodías, en sus rostros denotaban placer al escuchar cada canción, más ninguno parecía interesarse por él, así que ahí seguía, sin mecenas y más pobre que las ratas, como no le cayeran unas monedas en el sombrero a lo largo del día quizás tendría que pelearse con los gatos del callejón por los restos de carne que alguna taberna hubiera desechado. Qué dura es la vida del pobre, aunque que nadie sepa que lo eres si quieres dejar de serlo algún día; sé un muerto de hambre, pero que nadie se entere.
A primera hora fueron los pequeños niños los que le hacían compañía y tomaban asiento o se arrodillaban frente al músico, pidiéndole baladas épicas sobre las míticas batallas de Aenor y sus valientes. Más adentrada en la mañana fueron las bellas mujeres que recorrían los bazares en busca de artículos para el hogar, las que se paraban a escuchar las melodías tiernas y románticas con las que el bardo las deleitaba. Para cada persona había un tipo de canción, para cada cara había un pensamiento y una necesidad, era fabulosa la capacidad de Teyron para analizar los sentimientos de las personas con sólo verles la cara y endulzar su desasosiego cotidiano con el bello sonido de la música. No obstante, no le faltó tiempo al muchacho entre canción y canción para cortejar a más de una de las mujeres que escuchaban sus canciones con los ojos llorosos. Muchas de ellas casadas, claro.
Durante la mañana también habían pasado algún que otro hombre de mediana o avanzada edad a escuchar sus melodías, en sus rostros denotaban placer al escuchar cada canción, más ninguno parecía interesarse por él, así que ahí seguía, sin mecenas y más pobre que las ratas, como no le cayeran unas monedas en el sombrero a lo largo del día quizás tendría que pelearse con los gatos del callejón por los restos de carne que alguna taberna hubiera desechado. Qué dura es la vida del pobre, aunque que nadie sepa que lo eres si quieres dejar de serlo algún día; sé un muerto de hambre, pero que nadie se entere.
Re: Sentimientos y melodías al son del mediodía
Habría unas cuatro monedas de bronce en el sombrero de Teyron, no era una fortuna pero sabía que era mas de lo que cualquier simple vagabundo podía ganar ya que, con eso, podría conseguir una habitación en una posada, de cuestionable sentido de la higiene, para aquella noche o una cena aceptable, ambas cosas al mismo tiempo eran impensables pero normalmente no tenía ninguna de las dos y tan solo estaban a mediodía así que hoy podía ser su día de suerte.
-Vaya, vaya ¿Otro joven que intenta enturbiar mis oídos a mitad del día? Los músicos de calle como tu deberíais ir a los barrios bajos de la ciudad...- dijo, a unos pasos de él, un rico señor que pasaba por el lugar y que no había podido evitar ver a Teyron en mitad de la calle con su laúd. No lo había escuchado tocar pues ahora estaba en un entretiempo, entre una y otra canción, pero eso no parecía importarle a ese hombre.
Aquel hombre, bien vestido con elegantes y lujosas ropas de un azul brillante y con un sombrero del mismo color y con exóticas plumas, portaba pesadas cadenas de oro y varios anillos. No era ni alto ni bajo aunque, a pesar de su juventud, empezaba a asomar la curva de la felicidad en su barriga por lo que estaba muy bien alimentado.
Simplemente parecía querer disfrutar un rato torturando al muchacho trovador pero este debería tener cuidado con sus palabras pues, en la Gran Villa, la ley era dicha por los comerciantes y la justicia también la impartían ellos y estaba claro que ese hombre era un comerciante por lo que una palabra podía costarle la cabeza.
-Vaya, vaya ¿Otro joven que intenta enturbiar mis oídos a mitad del día? Los músicos de calle como tu deberíais ir a los barrios bajos de la ciudad...- dijo, a unos pasos de él, un rico señor que pasaba por el lugar y que no había podido evitar ver a Teyron en mitad de la calle con su laúd. No lo había escuchado tocar pues ahora estaba en un entretiempo, entre una y otra canción, pero eso no parecía importarle a ese hombre.
Aquel hombre, bien vestido con elegantes y lujosas ropas de un azul brillante y con un sombrero del mismo color y con exóticas plumas, portaba pesadas cadenas de oro y varios anillos. No era ni alto ni bajo aunque, a pesar de su juventud, empezaba a asomar la curva de la felicidad en su barriga por lo que estaba muy bien alimentado.
Simplemente parecía querer disfrutar un rato torturando al muchacho trovador pero este debería tener cuidado con sus palabras pues, en la Gran Villa, la ley era dicha por los comerciantes y la justicia también la impartían ellos y estaba claro que ese hombre era un comerciante por lo que una palabra podía costarle la cabeza.
Creador- Fecha de inscripción : 09/01/2010
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Lugar de Nacimiento : soy eterno, no nací.
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Renombre : Desconocido.
Re: Sentimientos y melodías al son del mediodía
Teyron sabía perfectamente con quién podía discutir y con quién no, el aparatoso aspecto de aquel hombre le sugería que era un noble o un alto comerciante, el tipo de persona que valora más el dinero que la dignidad humana. Ciertamente aquellas palabras le hirieron en el alma, pues cualquier insulto hacia su persona era permitido, pero insultar su música era peor que insultar a la mujer que le había dado a luz.
- Temo haber molestado a su merced con mi presencia, milord - Expresó con un tono sumiso y una elegante sonrisa que estaba tan bien improvisada que nadie diría que había odio tras ella - Más aquí hay personas que han requerido mis servicios durante la mañana, quizá ellos si gusten de mi arte. Si por un casual quisierais escuchar tan solo una de mis canciones puede que cambiarais de opinión. - Aún sabiendo que podía ser una falta de respeto apartar la mirada de aquel comerciante, se agachó hacia su sombrero, recogiendo las monedas que había en él y guardándolas con suma presteza y disimulo en uno de sus bolsillos. Conocía de sobra el arranque de narcisismo e ira que podía llegar a despertar el siquiera intentar contradecir educadamente a la opinión de un hombre adinerado, y si se daba el caso, no quería que el único dinero que tenía para pasar la noche estuviera en el suelo. No obstante disfrazó su gesto con una sumisa intención de empezar a recoger sus instrumentos, simulando obedecer las órdenes de aquel que le había despreciado.
- Temo haber molestado a su merced con mi presencia, milord - Expresó con un tono sumiso y una elegante sonrisa que estaba tan bien improvisada que nadie diría que había odio tras ella - Más aquí hay personas que han requerido mis servicios durante la mañana, quizá ellos si gusten de mi arte. Si por un casual quisierais escuchar tan solo una de mis canciones puede que cambiarais de opinión. - Aún sabiendo que podía ser una falta de respeto apartar la mirada de aquel comerciante, se agachó hacia su sombrero, recogiendo las monedas que había en él y guardándolas con suma presteza y disimulo en uno de sus bolsillos. Conocía de sobra el arranque de narcisismo e ira que podía llegar a despertar el siquiera intentar contradecir educadamente a la opinión de un hombre adinerado, y si se daba el caso, no quería que el único dinero que tenía para pasar la noche estuviera en el suelo. No obstante disfrazó su gesto con una sumisa intención de empezar a recoger sus instrumentos, simulando obedecer las órdenes de aquel que le había despreciado.
Re: Sentimientos y melodías al son del mediodía
El adinerado señor cambió la expresión de su rostro ya que pasó de un desprecio absoluto hacia el trovador a una sonrisa complaciente. Sin duda, la adulación, era algo que agradaba a ese hombre y no se molestó ni lo mas mínimo en ocultarlo.
-Oh bueno, veo que al menos tienes buenos modales muchacho, si, te haré el favor de escuchar tu música y, si me complace, te recompensaré- su petulante voz podría chirriar en los oídos de Teyron, acostumbrado a la mala vida y a sudar sangre por cada trozo de pan que podía llevarse a la boca pero, era un hombre rico, y si lo complacía podría llevarse unas cuantas monedas más para dar por zanjado aquel día, o incluso, la semana.
Alrededor del muchacho comenzó a formarse un corro de gente, de todas las clases sociales, que observaba atentamente al muchacho y al rico comerciante, ese hombre posiblemente sería conocido y tendría una importante influencia en la ciudad por lo que lo que dijera sobre su actuación sería muy importante y, curiosamente, en ese momento el trovador se fijó que no iba solo pues estaba acompañado por dos sirvientes que portaban grandes sombrillas para proteger a su señor del sol y también estaba acompañado por una joven y bella dama de cabellos castaños y profundos ojos azules. Esa mujer portaba un lujoso vestido celeste y por la expresión de su rostro parecía compadecerse, un poco, del vagabundo... Algo normal en las jóvenes de la corte de aquellas tierras pues era sabido que las mujeres no solían soportar las penurias que pasaban los hombres y mujeres pobres.
-Oh bueno, veo que al menos tienes buenos modales muchacho, si, te haré el favor de escuchar tu música y, si me complace, te recompensaré- su petulante voz podría chirriar en los oídos de Teyron, acostumbrado a la mala vida y a sudar sangre por cada trozo de pan que podía llevarse a la boca pero, era un hombre rico, y si lo complacía podría llevarse unas cuantas monedas más para dar por zanjado aquel día, o incluso, la semana.
Alrededor del muchacho comenzó a formarse un corro de gente, de todas las clases sociales, que observaba atentamente al muchacho y al rico comerciante, ese hombre posiblemente sería conocido y tendría una importante influencia en la ciudad por lo que lo que dijera sobre su actuación sería muy importante y, curiosamente, en ese momento el trovador se fijó que no iba solo pues estaba acompañado por dos sirvientes que portaban grandes sombrillas para proteger a su señor del sol y también estaba acompañado por una joven y bella dama de cabellos castaños y profundos ojos azules. Esa mujer portaba un lujoso vestido celeste y por la expresión de su rostro parecía compadecerse, un poco, del vagabundo... Algo normal en las jóvenes de la corte de aquellas tierras pues era sabido que las mujeres no solían soportar las penurias que pasaban los hombres y mujeres pobres.
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Re: Sentimientos y melodías al son del mediodía
Así sea, milord. Espero que mi música pueda complacer a un hombre de tan magnífico porte. - Una sonrisa pícara se esbozó en su rostro, pero para disfrazar el atrevimiento sólo la mostró como una cargada de alegría por haberle sido ofrecida la oportunidad de demostrar sus habilidades a un hombre poderoso. Tenía una fé y confianza ciega en su música, por lo que no dudaba que aquello era una suculenta posibilidad de ganarse un dinerillo extra.
Tras esto pasó a extraer el laúd de su funda, ya que con el amago anterior de marcharse lo había guardado, y también extrajo de su capa una flauta travesera que estaba más bien cuidada y más reluciente que su ropa o su piel. Tomando asiento sobre el taburete comenzó a acariciar las cuerdas del laúd con más suavidad que con la que se acaricia a la más bella de las mujeres. Sus dedos hacían sonar ante toda aquella plaza expectante un comienzo de canción con notas tristes y dramáticas que junto a su fina voz comenzaron a narrar la historia de un amor secreto entre dos jóvenes muchachos separados por el odio mutuo de sus familias. Poco a poco la melodía se iba volviendo más rítmica y el crescendo la volvió un manjar para los sentidos de todos los presentes con notas refrescantes y que pese a su ritmo acelerado armonizaban con el lento inicio de la canción.
Hubo un momento en el que la melodía parecía volver a descender, y en ese instante fue cuando el músico con una presteza digna del espadachín más diestro soltó el laúd sobre su regazo y comenzó a hacer sonar con sus labios la flauta travesera con un ritmo colérico, en la parte en la que el padre de la joven asesinaba a su amado por miedo a que este le arrebatara a su hija. Cuando terminó aquella vorágine de notas con la flauta sus manos volvieron a retomar el laúd que finalizó la canción junto a su voz con la descripción del llanto de la joven en la tumba de su amado mientras las notas, aquellas tristes notas, podían ablandar el corazón del hombre más garrulo del Valle de Aenor.
No hubo ni un fallo, la subida de tonos fue perfecta, el descenso también, ninguna nota escapó al control de aquel señor de melodías, había sido una actuación perfecta por parte de un muchacho de tan solo dieciocho años, y el silencio con el que toda la plaza había escuchado su cantar le emitía buenas vibraciones. Más sólo el destino juzgaría la reacción del público; cuando sus dedos dejaron de acariciar las cuerdas, el muchacho empezó a entreabrir lentamente sus ojos aguamarina, esperando a la reacción de sus oyentes.
Tras esto pasó a extraer el laúd de su funda, ya que con el amago anterior de marcharse lo había guardado, y también extrajo de su capa una flauta travesera que estaba más bien cuidada y más reluciente que su ropa o su piel. Tomando asiento sobre el taburete comenzó a acariciar las cuerdas del laúd con más suavidad que con la que se acaricia a la más bella de las mujeres. Sus dedos hacían sonar ante toda aquella plaza expectante un comienzo de canción con notas tristes y dramáticas que junto a su fina voz comenzaron a narrar la historia de un amor secreto entre dos jóvenes muchachos separados por el odio mutuo de sus familias. Poco a poco la melodía se iba volviendo más rítmica y el crescendo la volvió un manjar para los sentidos de todos los presentes con notas refrescantes y que pese a su ritmo acelerado armonizaban con el lento inicio de la canción.
Hubo un momento en el que la melodía parecía volver a descender, y en ese instante fue cuando el músico con una presteza digna del espadachín más diestro soltó el laúd sobre su regazo y comenzó a hacer sonar con sus labios la flauta travesera con un ritmo colérico, en la parte en la que el padre de la joven asesinaba a su amado por miedo a que este le arrebatara a su hija. Cuando terminó aquella vorágine de notas con la flauta sus manos volvieron a retomar el laúd que finalizó la canción junto a su voz con la descripción del llanto de la joven en la tumba de su amado mientras las notas, aquellas tristes notas, podían ablandar el corazón del hombre más garrulo del Valle de Aenor.
No hubo ni un fallo, la subida de tonos fue perfecta, el descenso también, ninguna nota escapó al control de aquel señor de melodías, había sido una actuación perfecta por parte de un muchacho de tan solo dieciocho años, y el silencio con el que toda la plaza había escuchado su cantar le emitía buenas vibraciones. Más sólo el destino juzgaría la reacción del público; cuando sus dedos dejaron de acariciar las cuerdas, el muchacho empezó a entreabrir lentamente sus ojos aguamarina, esperando a la reacción de sus oyentes.
Re: Sentimientos y melodías al son del mediodía
La música cubrió con su dulce melodía a todo el barrio comercial de la Gran Villa y durante el tiempo en que el joven juglar tocó pareció que el tiempo se detuvo. Los que no se habían dignado a escuchar a Teyron sintieron la necesidad de pararse a escuchar el arte que surgía de sus dedos y labios y todos sintieron, ante tan dramática actuación, una gran desazón en su interior... Parecía que las mujeres, los hombres y los niños que escuchaban al bardo podían sentir por unos instantes ese amor entre enamorados, la ira del padre ante el descubrimiento del amor prohibido y, por supuesto, el miedo de ese mismo padre ante el pensamiento de que podría perder a su hija por culpa del hijo de su mayor enemigo.
Cuando el juglar cambió de instrumento causó aun más expectación entre los presentes y estos se introdujeron por completo en la sutil y bella atmósfera que el bardo había creado. La trágica muerte, representada con las tonos descendentes de la flauta travesera, produjo los sollozos de más de un niño y de una mujer y, cuando hubo terminado, alzó la mirada para ver el resultado de su actuación y esta pudo haber encogido hasta su propio corazón pues ahora tenía el triple de público y raro no era hasta el hombre que, en su rostro, mostraba la tristeza que sentía por la muerte del amor de aquella joven mujer.
El rico comerciante se quedó, durante unos instantes, extasiado y no se movió hasta que su fémina acompañante, con lágrimas en los ojos, se le acercó para decirle algo al oído. Teyron no alcanzó a oír lo que decía pero pareció que aquel hombre despertó, pues con un movimiento de su mano diestra le indicó a uno de sus siervos que se acercara al trovador y, cuando este lo hizo, dejó caer dos monedas de plata frente al juglar.
-Sin duda me habéis maravillado a mi y a mi prometida, joven, permitid que os invite para mañana al atadecer a mi hogar para que toquéis para mi amada y mis amigos- dicho esto dio media vuelta y se marchó, bajo la sombra de los parasoles y en compañía de su querida pero aquel sirviente antes de que se fueran le indicó la dirección.
-Buscad la mansión de los Mauswer, frente al Ayuntamiento e id bien arreglado- tras estas palabras acudió presto a seguir a su señor y, cuando se hubo marchado, el público estalló en vítores de felicitación ante la actuación del muchacho. En gran multitud se fueron acercando para felicitarlo y para dejarle algunas monedas y, al ser tantos, acumuló un total de 15 monedas de bronce. Ese dinero, mas las cuatro monedas de antes y las dos de plata de ahora lo convertían en un hombre con una pequeña fortuna (para la perspectiva de Teyron, claro).
Cuando el juglar cambió de instrumento causó aun más expectación entre los presentes y estos se introdujeron por completo en la sutil y bella atmósfera que el bardo había creado. La trágica muerte, representada con las tonos descendentes de la flauta travesera, produjo los sollozos de más de un niño y de una mujer y, cuando hubo terminado, alzó la mirada para ver el resultado de su actuación y esta pudo haber encogido hasta su propio corazón pues ahora tenía el triple de público y raro no era hasta el hombre que, en su rostro, mostraba la tristeza que sentía por la muerte del amor de aquella joven mujer.
El rico comerciante se quedó, durante unos instantes, extasiado y no se movió hasta que su fémina acompañante, con lágrimas en los ojos, se le acercó para decirle algo al oído. Teyron no alcanzó a oír lo que decía pero pareció que aquel hombre despertó, pues con un movimiento de su mano diestra le indicó a uno de sus siervos que se acercara al trovador y, cuando este lo hizo, dejó caer dos monedas de plata frente al juglar.
-Sin duda me habéis maravillado a mi y a mi prometida, joven, permitid que os invite para mañana al atadecer a mi hogar para que toquéis para mi amada y mis amigos- dicho esto dio media vuelta y se marchó, bajo la sombra de los parasoles y en compañía de su querida pero aquel sirviente antes de que se fueran le indicó la dirección.
-Buscad la mansión de los Mauswer, frente al Ayuntamiento e id bien arreglado- tras estas palabras acudió presto a seguir a su señor y, cuando se hubo marchado, el público estalló en vítores de felicitación ante la actuación del muchacho. En gran multitud se fueron acercando para felicitarlo y para dejarle algunas monedas y, al ser tantos, acumuló un total de 15 monedas de bronce. Ese dinero, mas las cuatro monedas de antes y las dos de plata de ahora lo convertían en un hombre con una pequeña fortuna (para la perspectiva de Teyron, claro).
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Re: Sentimientos y melodías al son del mediodía
La reacción esperada por el público fue aún más grata de lo que esperaba, la verdad es que aquello le impresionó y le dio ánimos como músico. Ante la proposición de aquel hombre de tocar en su mansión no pudo responder de otra forma que cruzando su torso con un brazo e inclinándose en una elegante reverencia - Sí milord, allí estaré, le agradezco de corazón que me dé esta oportunidad. - Después de que el hombre marchara con su acompañante y su sirviente le indicara la dirección, aún recaudó otra buena fortuna por parte de los ciudadanos de a pie que también le habían escuchado.
Les atendió a todos con varias reverencias en forma de agradecimiento y despedida teatral; nunca debes dejar de dedicar una alegre y simpática sonrisa a cada persona que valora tu música, podrían considerarlo una falta de respeto. Así que eso hizo, se dedicó a agradecer con cada mirada y sonrisa a cada persona que había valorado su música, ya fueran de los que habían pagado o los que no. Cuando una de esas sonrisas iba dirigida a una mujer bella, aunque algunas le superaran casi en diez años y fueran mujeres comprometidas, esta se mostraba pícara y seductora, a lo que las damas correspondían sonrojándose y jalando las faldas de sus vestidos de forma tímida, devolviéndole al músico la sonrisa. Varias mujeres fueron las que se acercaron a susurrarle algo al oído. Y por supuesto, la mayoría de ellas lo hacían para darle su dirección y enmascarar su atrevimiento diciéndole que quería que les dedicara una canción en privado.
Menos mal que tenía buena memoria, entre la dirección del señor y las de las damas complacidas con su música, y con algo más que esta, tenía la cabeza llena de lugares a los que acudir; durante los próximos días no tendría ni un momento aburrido.
Una parte del dinero que había ganado tendría que gastarla en ropa limpia y una buena ducha si pretendía dar una buena impresión en la mansión al día siguiente. Cuando la muchedumbre se disipó, el muchacho contó el dinero que tenía en ese momento, dos monedas de plata y veinticuatro de bronce, sin duda la suerte le sonreía.
Echándose el laúd al hombro se agachó para guardar sus instrumentos y recoger el dinero en la bolsita de tela, colocándose el sombrero y ajustándose bien el jubón. Era hora de marchar de compras, el destino parecía guiñarle el ojo por fin y tenía que aprovecharlo. Echándose al hombro la capa atada a modo de bolsa en un palo, y con el laúd enfundado en su espalda, el músico se decidió a callejear para encontrar buena y resistente ropa nueva. Debía ser bonita, pero ante todo, con su ritmo de vida, debía ser duradera.
Les atendió a todos con varias reverencias en forma de agradecimiento y despedida teatral; nunca debes dejar de dedicar una alegre y simpática sonrisa a cada persona que valora tu música, podrían considerarlo una falta de respeto. Así que eso hizo, se dedicó a agradecer con cada mirada y sonrisa a cada persona que había valorado su música, ya fueran de los que habían pagado o los que no. Cuando una de esas sonrisas iba dirigida a una mujer bella, aunque algunas le superaran casi en diez años y fueran mujeres comprometidas, esta se mostraba pícara y seductora, a lo que las damas correspondían sonrojándose y jalando las faldas de sus vestidos de forma tímida, devolviéndole al músico la sonrisa. Varias mujeres fueron las que se acercaron a susurrarle algo al oído. Y por supuesto, la mayoría de ellas lo hacían para darle su dirección y enmascarar su atrevimiento diciéndole que quería que les dedicara una canción en privado.
Menos mal que tenía buena memoria, entre la dirección del señor y las de las damas complacidas con su música, y con algo más que esta, tenía la cabeza llena de lugares a los que acudir; durante los próximos días no tendría ni un momento aburrido.
Una parte del dinero que había ganado tendría que gastarla en ropa limpia y una buena ducha si pretendía dar una buena impresión en la mansión al día siguiente. Cuando la muchedumbre se disipó, el muchacho contó el dinero que tenía en ese momento, dos monedas de plata y veinticuatro de bronce, sin duda la suerte le sonreía.
Echándose el laúd al hombro se agachó para guardar sus instrumentos y recoger el dinero en la bolsita de tela, colocándose el sombrero y ajustándose bien el jubón. Era hora de marchar de compras, el destino parecía guiñarle el ojo por fin y tenía que aprovecharlo. Echándose al hombro la capa atada a modo de bolsa en un palo, y con el laúd enfundado en su espalda, el músico se decidió a callejear para encontrar buena y resistente ropa nueva. Debía ser bonita, pero ante todo, con su ritmo de vida, debía ser duradera.
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