Heridas cicatrizantes.

Cuatro horas habían pasado desde que se tumbó (para ir un poco más rápido) despertándose con, quizás el cesar del crujir proveniente del fuego. Se dice que la noche es más oscura cuando apunto está de amanecer, y así era; aún podría faltar par de horas y veinte minutos; era verano. Cuando se incorporó, vio a Robert despierto, azotando la decayente hoguera -Probablemente sea éso lo que le despertó- Con un palo intentando avivar brasas que tendían a extinguirse.

-!Buenos días¡- Exclamó mientras apoyaba las almohadillas de sus manos en la manta sobre la que se había tumbado incorporándose. Su ración, que había tomado a medias, aún yacía a su diestra, así que la apuró, mientras observaba a Robert.-Yo haré la última guardia.- Dijo con un amago de sonrisa pero pero con ámplias ojeras llevándose carne en salazón a la boca.

La verdad, el cansancio del viaje hasta allí y muchos otros factores, habían hecho que olvidara por completo enterarse de los turnos de guardia de ésa noche. Sabía, por obligación que tenía que relevar uno y aguantar despierto, mas creyó que ya se lo atribuirían ellos y le despertarían en el momento oportuno. Había estado al galope doce horas, y al trote otras seis cuando llegó a ése bosque escapando desde su última parada para descansar, y lo único que quería era pegar ojo, y si no hubiese contado con Robert y Harry, hubiese confiado en la percepción de su caballo, mucho más cansado que él; así que probablemente hubiese sido un hombre muerto, o un tipo con suerte si hubiese sobrevivido a ésa noche; y no solo pareció sobrevivir, sino que ganó un acompañante...

Antes de que se acostara, preguntó a Robert. -¿Te parece más peligrosa de verdad la decisión que has rechazado, comparada con el día a día que no has elegido, tan solo para sobrevivir?- Adornó la frase con un suspiro final, y otro bocado a sus raciones, que en un par más de estacadas desaparecería, mientras que su otro brazo, se deslizaba intentando dar con el odre de agua.

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Quedaba solo una guardia para que amaneciera y Amroth iba a sustituir a Robert en esos momentos y la cara y expresión de este mostraban que se sentía aliviado por que lo relevaran de su puesto. Sin duda el cansancio también estaba haciendo mella en él y agradecía poder echarse a dormir unas horas mas.

-No confío en vos- su tono, cortante y tajante, no mostraba tampoco gran seguridad en si mismo pero sin añadir nada más al caballero se recostó e intentó dormir, o al menos eso parecía.

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Pasaron las horas y a la mañana siguiente los dos amigos se despidieron con un efusivo abrazo, uno se adentraría en la gran profundidad del bosque y otro iría con ese caballero que le prometía fortuna ¿El camino a seguir? Sencillo, pues Harry conocía bastante bien los senderos de aquel lugar tan alejado de la civilización y, durante todo aquel día, no hubo muestra alguna de que hubiera más humanos cerca.

-Tardaremos un día o dos en dejar el bosque, depende del ritmo que deseéis llevar ser, pero, si no os importuna una pregunta ¿Realmente sois un caballero o simplemente matasteis a uno y os quedasteis con su armadura?

Aquella pregunta, que estaba totalmente fuera de lugar, era totalmente irrespetuosa pero Harry no parecía, en absoluto, consciente de que estuviera hablando con un noble, con un caballero, sino más bien con un simple plebeyo más. Sus gestos, acciones y palabras hacían pensar que veía a Amroth como a un plebeyo más, con una armadura, pero como uno más.

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-Antes de partir volvieron a reabastecerse de agua, y prepararon todos sus equipajes en sus respectivas monturas, así como la buena colocación de los objetos para la repartición de peso y abrevar a los caballos.-

En el momento de la despedida, metió mano en su bolsa de monedas, que se encontraba dentro de la camisa de lino, y colocó cinco monedas de cobre en su mano. Para cuando terminara de despedirse Robert de Henry, Amroth le entregó a aquel que no se fiaba de él un apretón de manos las cinco monedas de cobre, acompañado de una frase. -Si lo precisais en un futuro, tendréis a dos amigos; no es caridad, es mi confianza hacia ti lo que me hace darte ésto.-

Pareció no haberle importado la frase que le enunció antes de acostarse la noche pasada, pero su humildad decía que tenía que ganarse su confianza. Así Robert se perdió entre la maleza, y por el camino ya de camino a la gran villa, Henry le preguntó de forma irrespetuosa; a lo que contestó con una sonrisa no demasiado pronunciada, pero que acompañaba el tono afable de las palabras con las que le contestó. -Verás, era escudero de Rorik Lorgenstein, conocido en todo el valle; nunca me demostró demasiado afecto, pero le hizo una promesa a mi padre, Aerion Thilbood, un noble sin herencia y con poca vida por delante. Así que me instruí, e hice el juramento al código antiguo.-

Espoleó un poco al caballo para que acrecentara el trote y reducir la distancia/tiempo entre su destino y ellos. Cuando Henry se volvió a poner a su paso, siguió narrando. -Y... bueno, promocioné para ser capitán del escuadrón Glabro. Así nos llamábamos - Esbozó una pequeña sonrisa de nostalgia.- Quizás un nombre estúpido nacido de la imaginación de un niño de dieciocho años. Un día, Lorgestein me retó a un duelo con la condición de que si ganaba, dejara el puesto de capitán y me fuera dle castillo del Margrave. Acepté el honorable duelo, lo que no sabía es que tras partir -Que lo hice rápido- Me buscaron dos caballeros de Aenor para matarme, y de ahí, ésta herida. Por éso no puedo dar mi verdadero nombre-

Suspiró largo y tendido entrecortado por el trote del caballo, dirigiendo la mirada al pescuezo de la bestia. -No me gusta hablar mucho de ésto, es algo muy reciente. ¿Puedo confiar en vos verdad?-

El miembro 'Amroth' ha efectuado la acción siguiente: Tirarda de Dados

'Dado de diez caras ' : 5

Robert, tras el regalo del caballero, se marchó en busca de los suyos con otra expresión en el rostro: ¿confusión, incertidumbre, remordimientos de conciencia o un cierto aprecio por aquel extraño caballero? Difícil saberlo pero lo cierto era que a Harry también le extrañó aquel regalo y no era para menos ya que Amroth los había alimentado, avisado de la amenaza de un oso y, por si fuera poco, les había dado dinero. Solo faltaba que los vistieran y les hiciera la comida... Aquel no era, de ningún modo, el comportamiento habitual de un caballero aunque quizás fuera el que todos debían tener.

-Me sorprendéis ser, durante estos días nos habéis tratado como si fuéramos amigos de toda la vida y me mostráis vuestros secretos mas oscuros... Podéis confiar en mi Thilbood pero no en el resto del mundo- su amarga sonrisa, cargada de sarcasmo, no transmitía mucha confianza pero continuó hablando- Os debo mucho así que os serviré lo mejor que pueda.

Aquellas últimas palabras, viniendo de un villano dedicado al robo y al saqueo no podía transmitir mucha seguridad pero algo, en el interior de Amroth, le dijo que no sería traicionado.

-Mi historia no es tan noble como la vuestra ser- esta última palabra la empezaba a pronunciar con cierto respeto hacia Amroth- pues soy el hijo de un porquero que vivió y murió rodeado de cerdos... Decidí que esa no era vida para mi, como buen villano, malvivo pero vivo y cuando encontré a los hombres de Baltersen decidí probar fortuna con ellos y bueno, no malvivíamos tanto.

Pasarían los días sin ningún incidente que destacar, tan solo consumieron dos raciones más de comida (Harry tenía las suyas), y, finalmente, llegaron a los lindes del bosque. Una extensa llanura, plagada de algunas colinas, se extendía ante ellos y aunque había alguna arboledas y pequeños bosques en el camino hacia el norte no sería tan grandes como el que dejaban tras de ellos.

-Señor ¿Hacia donde vamos? ¿Vamos al Norte, por la Línea Fértil y acercándonos al Gran Bastión o hacia el oeste, en busca de la Encrucijada?-Si tomaban el camino más largo podrían tardar varias semanas más en llegar a su destino pero, por el camino corto, posiblemente solo tardaran una semana (sumando o restando algún día en base al ritmo que tuvieran).

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-Pues verás...- Temió pensando en las raciones que poseía, que no eran demasiadas como para varias semanas. -Estoy pensando en pasar por Tyriel y ganar algo de dinero allí para entrar por la puerta grande en el torneo; a fin de cuenta queda algún tiempo para que se celebre (que todos terminen sus tramas actuales). Además, no tenemos tienda propia y las raciones no nos dan.- Dijo tratando de omitir cualquier comentario sobre el pasado de Henry, ya que al no ser lo que estaba destinado a ser, decidió ser libre, aunque con muchos inconvenientes por ello; No sabía entonces pro qué se sometía a llamar Ser. Ésto le hizo pensar que quizás le faltaran bastantes modales, y hacían nacer muchas desconfianzas en Amroth para ser su escudero y de ahí a alargar el viaje pasando por Tyriel para mejorar su relación.

-¿Conoces el rito de vasallaje, Henry?- Dijo como introducción a muchas otras cosas que serían derivadas de éso. (seguramente lo conocería, aunque nunca lo hubiese practicado.) Por fin vio las lindes del bosque y la verde explanada que se extendía más allá de leves valles verdes frutos de la pasada primavera, sus lluvias, y su magnífico sol. Detuvo el caballo cuando el astro rey por fin impactó de pleno en su rostro desde el Este al salir de la densa espesura del bosque (era aún temprano; las 9 de la mañana) esperando una respuesta de Henry ante su pregunta. Echó hacia adelante su espalda, dio un par de palmadas al cuello de su caballo Rorik y desmontó agarrándose a sus semilargas crines pensando ~A él también tengo que acicalarlo antes de ir al torneo.~ y se apeó cogiéndolo de las riendas; parecía tener la intención de hacer el rito ahora.

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Estaban apunto de salir del bosque cuando ser Amroth le habló a su futuro escudero de la precariedad en la que se encontraban. Realmente no le faltaba razón pues, anteriormente, Harry le había mostrado los pertrechos que llevaba y en ellos tan solo había raciones para tres días mas de viaje. Tampoco había pensado, en su momento, que fuera a necesitar mas pero ahora lamentaba no haber sido más previsor.

-Me parece una gran idea ser , tengo noticias de que en Tyriel se están contratando en estos tiempos a muchos mercenarios... Seguramente encontraréis hueco.

Dicho aquello no quiso añadir nada mas al respecto de ese tema pero se mostró muy acorde a realizar el rito de vasallaje hacia Amroth. No era nada común que un simple hijo de porquero hiciera un vasallaje de ese tipo hacia un noble pero aquella tampoco era una relación normal por lo que, tras desmontar del caballo, se inclinó ante Amroth, desenvainando su espada y clavándola en el suelo. Esperó a que Amroth empezara con el sagrado ritual que haría de Henry el escudero y hombre de armas del caballero exiliado... ¿Que obtendría este? Realmente poco o nada, promesas de fortuna y ayuda para ser alimentado y entrenado y el otro, a cambio, obtendría un hombre fiel y una espada.

Siempre era mejor aun así asegurar la fidelidad de un hombre con un pacto; era un caballero, y por lo tanto algo curtido a ritos de nobleza. quería comprometerse a sí mismo, apelando a su propio honor a ocuparse de Henry, y a su vez, que Henry le ayudase. con un chasquido de la vaina, sacó el cuchillo resbalando la corta hoja por el cobre hasta sacarlo en su totalidad. El sonido de vibración en la hoja se pudo percibir debido al inherente silencio que poblaba ésas lindes.

-Yo, Amroth Thilbood...- Enunció revelando su auténtico nombre, el cual por inteligencia jamás se volvería a pronunciar.- ...Someto a éste hombre a mi mando, prometiendo mi espada a su servicio, mi afecto y atención. ¿Quieres ser un hombre de honor?- Preguntó retóricamente dándole un toque personal al rito, posando la hoja del cuchillo sobre su mano zurda, y cerrando la misma hasta agarrar el ancho de la hoja entre su índice y su pulgar, y con su diestra, en la cual portaba el cuchillo, retiró con rapidez asegurándose que el corte fuese superficial. La cuchilla se lleno de la sangre del lord, goteando ahora a la diestra del semblante de Amroth. Acto seguido hincó una rodilla y tocó el pecho de Henry con la zurda mientras que la diestra le entregaba el cuchillo sangriento con la mano abierta.

Tras la entrega del cuchillo se alzó y desenvainó su espada Glabra haciendo también reverberar su sonido al desenvainarla. -Pues álzate como mi vasallo jurándome tu lealtad.- Enunció colocando la hoja de su espada sobre el hombro zurdo de Henry primero, esperando su respuesta.

De pronto corrió una brisa que agitó la salvaje hierba que bañaba el paraje de allí en adelante de una forma sutil y delicada, meciendo los cabellos de ambos hombres, haciendo una estampa digna de testigos; el caballo Rorik oportuno, relinchó, como si la bestia pensase "Estúpidos ritos humanos" negando con la cabeza removiendo sus correajes con el gesto, lo cual provocó un tintineo de hebillas.

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Henry, inclinado frente a Armoth, miraba atentamente al suelo, como muestra de total respeto, y aunque se le veía nervioso por su agitada respiración también parecía mostrar cierta seguridad en si mismo y en su próximo señor.

Escuchó el juramento del caballero, atentamente, pues eran unas palabras sagradas y aunque en su vida aquellos rituales le habían parecido banales y estúpidos, ahora, para él estaban cobrando un nuevo y profundo significado.

-Si, juro por Aenor y los demás dioses que yo, Henry, hijo de Albert, serviré con lealtad y devoción a mi señor, protegiéndolo de todo mal y consagrando mi vida a la suya- dicho esto tomó el cuchillo que Amroth le entregaba tras haber sangrado por su vasallo y, con seguridad, apretó su mano zurda sobre la hoja, hasta que un hilo de sangre cubrió el largo del arma para, así, posar su mano sobre su corazón. Su mano mezcló su sangre con la de señor, sellando un pacto sagrado ante los ojos de los dioses y de ellos mismos.

-Os juro lealtad mi señor- dijo alzándose de nuevo pero como el escudero de ser Amroth Thilbood, nombre que no podría volver a pronunciar en público por motivos obvios pero que para él significaba la confianza que su propio señor había depositado en él.

Lo normal, en aquellos juramentos de vasallaje, era que ambas partes le hicieran un regalo a la otra, como signo de devoción y respeto. Este regalo podía ir desde una simple invitación a comer a un banquete, una espada, un caballo o, incluso, tierras o un castillo pero dada la precariedad en la que vivían los dos juramentados parecía difícil que esa parte pudiera llegar a cumplirse aunque, en el fondo, Henry pensaba que era lo menos importante.

Cambió la espada de hombro antes de que se alzase y concluyeron el ritual; un silencio incómodo sucedió tras ello, el cual rompió el caballero. -Lleguemos cuanto antes a Tyriel, Henry.- Y así montaron, horizonte por destino hacia el oeste. Los cascos de los caballos hacían sonidos rimbombantes y cíclicos que acompañaban a la monotonía del camino, donde cruzarían, veredas, valles, lagos y algunos que otros pueblos cerca de dichos lagos. Pero por ahora, solo se preocupó en espolear el caballo para que fuera un rato a galope no demasiado forzado.

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