Refuerzos Inesperados
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Refuerzos Inesperados
El ambiente estaba complicado, en las últimas semanas, se habían librado varias batallas justo sobre el camino hacia Irien Por la zona norte del mismo, las fuerzas del mal arremetían con gran furia, y las del bien, quienes habían estado perdiendo a muchas tropas, medianamente lograban resistir; muchas esperanzas no les quedaban de todas formas, necesitaban soldados valientes y expertos en la batalla. Pronto un mensajero llegó, parecía tener buenas noticias.
¡S-eñor, Señor! -. Gritó tembloroso, al acercarse a la carpa del enfurecido capitán de la alianza. - Si, Reynolds... -. Dijo el hombre con firmeza, sin dejarle pasar y continuando con su mirada firme en el mapa de Irien, donde buscaba trazar un plan de contra-ataque. - Tengo un pequeño grupo de soldados... soldados orcos señor. -. Dijo el joven cerrando los ojos y temblando como un idiota, mientras su capitán salía de la carpa con furia, y le metía un increíble golpazo en la cabeza, haciendo que el joven se desmayara. - ¡¡¿QUEEE?!! -. Exclamó. - ¡¡SOLDADOS ORCOS!! -. Comenzó a gritar el hombre y patear al joven con fuerza, hasta que levantó la cabeza, y se quedó helado, como si hubiera visto al enemigo a los ojos.
Mi nombre es Kargath Bladefist, somos mercenarios, los ayudaremos a cambio de unas monedas de oro y provisiones. -. Dijo el líder, un orco de piel roja, el famoso Juggernaut, conocido por su sabiduría y sus grandiosos actos de valía. Venía acompañado por otros cuatro orcos, uno muy grande, que parecía ser un guerrero pesado, otros dos más pequeños, que parecían ser arqueros, y finalmente, uno delgado y muy alto, el cual parecía ser el rastreador o chamán del grupo. - Estos son mis soldados... Respétalos, y te servirán. -. Afirmó el hombre acercándose al capitán y extendiendo su arrugada y demoníaca mano, para estrecharla.
A-ac-aceptamos... gracias, se lo debemos. -. Helado, el humano estrechó la mano de orco de manera temblorosa, pero cuando sintió el calor del orco, las cosas se tornaron de un color diferente, como los aliados del orco, comenzó a sentirse con grandes esperanzas, pues el Juggernaut, hasta el momento no le había fallado a nadie. - No debes más que oro y provisiones... Págalas a mis arqueros. -. Afirmó el hombre, soltando la mano del hombre y señalando a los arqueros.
Los orcos, luego de haberse alimentado y terminar con todo el conteo de oro, se reunieron con Kargath, quien estaba sentado sobre una gran roca, ubicada a varios kilómetros del Puede de Alasir. Kargath estaba callado, sentía un disturbio muy grande en la energía del lugar, había algo muy raro en el ambiente y no sabía que era. La batalla se avecinaba, y el orco se preocupaba por sus soldados. Kargath marchó junto con su pequeño ejercito de cuatro hombres al Puente de Alasir.
¡S-eñor, Señor! -. Gritó tembloroso, al acercarse a la carpa del enfurecido capitán de la alianza. - Si, Reynolds... -. Dijo el hombre con firmeza, sin dejarle pasar y continuando con su mirada firme en el mapa de Irien, donde buscaba trazar un plan de contra-ataque. - Tengo un pequeño grupo de soldados... soldados orcos señor. -. Dijo el joven cerrando los ojos y temblando como un idiota, mientras su capitán salía de la carpa con furia, y le metía un increíble golpazo en la cabeza, haciendo que el joven se desmayara. - ¡¡¿QUEEE?!! -. Exclamó. - ¡¡SOLDADOS ORCOS!! -. Comenzó a gritar el hombre y patear al joven con fuerza, hasta que levantó la cabeza, y se quedó helado, como si hubiera visto al enemigo a los ojos.
Mi nombre es Kargath Bladefist, somos mercenarios, los ayudaremos a cambio de unas monedas de oro y provisiones. -. Dijo el líder, un orco de piel roja, el famoso Juggernaut, conocido por su sabiduría y sus grandiosos actos de valía. Venía acompañado por otros cuatro orcos, uno muy grande, que parecía ser un guerrero pesado, otros dos más pequeños, que parecían ser arqueros, y finalmente, uno delgado y muy alto, el cual parecía ser el rastreador o chamán del grupo. - Estos son mis soldados... Respétalos, y te servirán. -. Afirmó el hombre acercándose al capitán y extendiendo su arrugada y demoníaca mano, para estrecharla.
A-ac-aceptamos... gracias, se lo debemos. -. Helado, el humano estrechó la mano de orco de manera temblorosa, pero cuando sintió el calor del orco, las cosas se tornaron de un color diferente, como los aliados del orco, comenzó a sentirse con grandes esperanzas, pues el Juggernaut, hasta el momento no le había fallado a nadie. - No debes más que oro y provisiones... Págalas a mis arqueros. -. Afirmó el hombre, soltando la mano del hombre y señalando a los arqueros.
Los orcos, luego de haberse alimentado y terminar con todo el conteo de oro, se reunieron con Kargath, quien estaba sentado sobre una gran roca, ubicada a varios kilómetros del Puede de Alasir. Kargath estaba callado, sentía un disturbio muy grande en la energía del lugar, había algo muy raro en el ambiente y no sabía que era. La batalla se avecinaba, y el orco se preocupaba por sus soldados. Kargath marchó junto con su pequeño ejercito de cuatro hombres al Puente de Alasir.
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