Combate de Zitarrosa y Ralexion

// ¿Que, me castró? ¿Casí? ¿Asumo que todavia tiene su espada clavada junto a mis testiculos...?


El capitán Zitarrosa sintio aquel familiar pero siempre terrible frio provocado por el contacto de un acero rasgando su piel y cortando su propia carne.

Era una herida nefasta.

Un instante le basto para comprobar la situación, su parcial exito con los escoltas y su desafortunada derrota con el Poseido... probablemente aquella seria un duelo que el Teniente tendría que terminar.

La sangre comenzaba a brotar por las aberturas del sable del veloz y efectivo poseido cuando el Capitán actuo; Como un león que se sabe muerto, pero que sigue actuando con la unica motivación de llevarse consigo a su victimario, el Capitán apreto las muelas y luego de un parpadeo se lanzo contra su oponente, llegando incluso a descuidar su defensa, en un ataque total.

Contando con que uno de los aceros del poseido descansaba entre sus carnes, el Capitán lanzo una rapida estocada al pecho de su enemigo, con su Espada Ropera.

Más sabia que tendria poco exito, de hecho, esperaba hacerlo: En su ataque, donde el sable del Poseido probablemente se hundiria más en la herida, incrementando el dolor del capitán pero asegurando la inutilidad de ese sable, el Capitán esperaba que el poseido utilizase el otro sable para rechazar la estocada (Nada dificil) y entonces, en el mismo movimiento inicial, casi en el mismo instante, lanzaria otra estocada, más seria y fuerte, más secreta y letal; Una estocada vigorosa, con la corta pero letal Daga Vizcaina, apuntando a la base del cuello del poseido; Su objetivo, enterrar la vizcaina en el pecho del enemigo (Ingresando por la base del cuello) y cortar traquea, aorta y organos vitales; Como un torero que remueve su acero entre las carnes del toro.

El primer muerto besó el suelo, mientras que el segundo se vió obligado a apartarse para esquivar el acero del humano. Un inicio prometedor, de no ser por el impacto que el capitán, a unos pocos metros de su subordinado, recibió. Un fugaz vistazo a la intervención del paladín le hizo temerse lo peor a Ralexion y también temer por el estado de Zitarrosa. Su gesto se torció en una mueca de desagrado acorde con la situación.

- ¡Capitán! -masculló, sin dejar de vigilar al zombie que todavía quedaba con vida, por si las moscas. Debía ayudar al veterano guerrero, pero si se lanzaba sin pensar y cometía un error, bien podría acabar como él, o quizá muerto. No, no podía permitirse a sí mismo meter la pata, dada la situación.

Pero incluso en su estado, Zitarrosa contraatacó, aunque no hacía falta ser médico para saber que no lo contaría si recibía un golpe más, y el paladín lo tendría a su merced si el primero fallaba en su desesperado intento. No lo pensó dos veces; cargó contra el poseído, buscando descargar sobre él un tajo vertical dirigido hacia su rostro (teniendo en cuenta que el zombie no atacara al teniente antes de esto), todo en tal de apartar su atención del agonizante capitán y evitar así que el paladín lo rematase.

Todavía podía intentar salvarlo; eso era lo único que le entraba en la cabeza. El zombie y los bocados no le preocupaban, solo la idea de que este se compinchara con su superior para atacarle por ambos flancos, pero las elecciones eran escasas y el tiempo oro.

Zitarrosa habia errado nuevamente, y ya ni dolor sentia de lo tanta de su frustración, si los hombres se dieran al frenesi de los orcos y bestias, el Capitán estaba a poco de experimentarlo, bloqueando el agudo dolor y olvidando el concepto de defensa personal con el solo objetivo de vencer al enemigo.

Al. instante en que sintio un cadaver avalanzarse sobre su espalda, el Capitán lanzo un tajo fuerte y brutal con su daga vizcaina; Como buscando abrirse una herida en su propia espalda, aunque realmente buscaba clavar la daga en el lado del cuello del Zombi; Si los veinti tantos centimetros de la vizcaina entraban por ahi, todo el interior del zombi seria desmenuzado por su propio movimiento; Corazón, venas y traquea, todo seria cortado por el acero de su vizcaina y el movimiento de su zombi.

Luego de aquel instantaneo ataque, el Capitán observo a su teniente como era tambien atacado, y descuidandose a si mismo, lanzo un tajo con su espada ropera para decapitar al Zombi; Ciertamente el teniente podria dominar a aquel en un instante, pero si el Capitán tomaba cartas en el asunto, el teniente podria concentrarse a pleno en el Poseido, y era lo que necesitaban. Realmente aquel segundo al mando era el unico que parecia medirse con el poseido.

Decapitando al zombi que acozaba a Kidbudd, este ultimo podria atacar al Poseido antes de que aquel se recompusiera de la herida del rostro.

Paladines o no, las leyes terrenales seguían aplicándose a sus cuerpos. Un acero los atravesaba, les hacía sangrar, y finalmente, los mataba: la misma ley que se aplicaba a todos los seres vivientes (y también a un gran repetorio de no-muertos). Así testificaba su reliquia familiar, que al atacar a su enemigo, se había hundido varios centímetros en su piel, desfigurando la enorme mayoría de la parte siniestra del rostro del poseído.

El teniente no perdió tiempo, replegó su espada tan rápido como pudo, sin finura alguna; no le preocupaba lo más mínimo el llevarse por delante más pedazos de la cara de ese oscuro jinete. Entonces, uno de los pocos podridos restantes con vida participantes de la batalla se metió por medio, agarrando a Ralexion, maniobra que parecían amar especialmente.

La situación no era aceptable, la presa del zombie le había cogido por sorpresa, y el poseído se encontraba frente a él, seguramente deseoso de devolverle aquel corte al humano con intereses. Pero entonces Zitarrosa dió muestras claras de seguir siendo capaz de combatir, deseoso de librar a su subordinado del ataque del cadáver reanimado.

En caso de quedar libre, intentaría atacar al paladín con un corte horizontal dirigido a la altura de su pecho, en caso contrario, intentaría darle un codazo al zombie en el estómago y empujarlo hacia atrás con todo su peso, pudiendo así esquivar un inminente ataque del líder de la horda.

El capitán Zitarrosa, con una sonrisa que demostraba complacencia y amargura a la vez, callo a tierra de rodillas.

Estaba agotado, y se desangraba... su ojo cirujano le preveia una posible salvación, pero si se trataba sus heridas, no si seguia luchando y moviendose.

Cada apice de su cuerpo dolia enormemente, sus huesos ardian, su rostro estaba perlado de gruesas gotas de sudor y resoplaba del agotamiento y el dolor, incluso tuvo que soltar su ropera en su sumisión.

Se le habia caido el sombrero, dejando visible la bandana y la cabellera castaña, ambos empapados de sudor, y el agotamiento no le permitia siquiera extender el brazo para levantar aquel gallardo sombrero para calarselo nuevamente en la cabeza... era la ruina del capitán.

Y para peor, observaba como el Poseido se avalanzaba sobre su teniente, para matarlo nada menos... antes de morir (Pues sabia que el poseido no le tendria cuartel) tendria que ver morir a su teniente... amargo fin para el capitán.

Siquiera levanto la vista para observar la ejecución, solo permanecia alli, inmovil, cabizbajo, moribundo y a la espera de lo inevitable... oia el tintinear de la armadura del poseido al avanzar hacia el teniente, como campanas que anuncian una proxima muerte.

De reojo alcanzo a observar a su teniente comenzando a reaccionar contra el ataque del poseido (Turno de Ralexion) y los maestros ataques del poseido contra aquel.




Y entonces, con la velocidad de un rayo, el capitán salio impulsado hacia arriba, toda la fuerza de sus kilos y sus musculos le impulso hacia adelante y hacia arriba, y frente a si marchaba la espada Ropera, gallarda, sigilosa y veloz.

Porque no, el capitán no habia perdido Todas sus energias, todavia guardaba unos ultimos impulsos, y su caida habia sido (En parte) un teatro, el teatro de un hombre que ya nada tiene para ofrecer... el capitán escondia en secreto una ultima, letal acción.

Aunque habia soltado su ropera, al instante que saltaba hacia el poseido (Que estaba practicamente pegado a él) la habia vuelto a empuñar, y con más fuerza que nunca.

El Poseido estaba a centimetros del capitán, pero su atensión se centraba en el teniente, no solo porque era la unica amenaza aparente, pero porque cuando el capitán actuo el poseido ya estaba descargando sus golpes....

Así, desde un franco, de abajo hacia arriba en una estocada furibunda, el Capitán intento atravesar el pecho, y perforar el corazón, de su superior oponente.

Las valiosas acciones de su capitán le permitieron al joven librarse del zombie lo suficientemente rápido como para estar a tiempo de atacar antes de que su oponente tuviera oportunidad de hacerlo. Ralexion siempre había sentido mucho respeto y camaradería por su superior, pero su actuación en el combate estaba estrechando la relación más que nunca; el inconsciente del teniente pedía a gritos la salvación del capitán a cualquier coste necesario, si es que esta era posible, por otro lado, la consciencia del espadachín no tenía tiempo para eso, enfrascada en el combate como se encontraba.

El paladín había sido impactado por sorpresa ya en dos ocasiones, hecho que comenzaba a hacer mella en su rendimiento, pero no dejaba de ser un guerrero diestro y experimentado, más que Kidbudd, y lo demostró. Por otra parte, el humano también era de carne y hueso y el cansacio llamaba a su puerta, secundado por las heridas. Era fácilmente apreciable que su respiración se había vuelto mucho más pesada que al principio de la batalla.

El peligroso cóctel que daba lugar a la situación actual le costó una fea herida a Ralexion. Su armadura había sido destrozada de manera considerable, y ahora la vida, tan cálida, se le escapaba por aquella brecha a borbotones. El dolor entumeció drásticamente sus sentidos y su apreciación de la realidad; todo se hizo más distante y turbio, aunque no por ello dejaba de estar ahí.

Vió como Zitarrosa caía, antojándosele como un preludio de su propia desdicha. El siseo del poseído retumbó en sus oídos. Respiró hondo, o al menos, hizo un amago de ello, todo en escasos segundos; incluso así, alzó ligeramente su arma, preparado para enarbolarla con firmeza, preparándose para tratar de detener al impuro como un marinero se prepara para capear una tormenta.

Entonces, un giro inesperado de los acontecimientos, que no entraba en los planes del teniente, le dejó sin habla. Se podría decir que el capitán ya le había salvado la vida más de una vez en aquella confrontación, pero Ralexion no esperaba que este pudiera llegar a tales extremos como el ataque que llevó a cabo contra el paladín, aparentemente descuidado.

- ¡¡CAPITÁN!! -exclamó más enfáticamente que la primera vez. No podía creer lo que sus ojos veían.

Las capacidades humanas pueden ser sorprendentes en situaciones desesperadas. La adrenalina explotó en el cerebro del joven, antes entumecido por su primera experiencia cercana a la muerte. Su preciso razonamiento desapareció en gran parte, dejando en su lugar a un instito destructivo casi animal. Quería acabar con el poseído, impedir que dañara más a Zitarrosa... quería destrozarlo.

Si este era capaz de defenderse y contraatacar al teniente, Ralexion intentaría detener sus envites haciendo uso de su espada familiar, colocándola horizontalmente de manera defensiva; en caso contrario, su hoja buscaría decapitar sin piedad alguna al ser que estaba poniendo en peligro la vida del líder de la tropa.

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Off: Al final se llevó más gloria el malherido "inútil" que el apuesto y hábil teniente xDDDDD

On: A pesar de toda la ira descontrolada que había tomado su mente, la habilidad entre ambos combatientes seguía siendo demasiado dispareja. Ralexion no estaba en condiciones de evitar todos los intentos de asesinato por parte del paladín, y habría muerto de no ser por su capitán.

Y ahora Zitarrosa yacía en el suelo, muriéndose por momentos. El teniente hiperventiló unos treinta segundos, acto seguido, descuidando sus heridas, se tendió junto al capitán, mirando con los ojos desorbitados todas las heridas sangrantes con las que este cargaba.

- ¡¿Capitán, me escucha?! -exclamó, casi rogó- ¡Capitán! ¡MALDITA SEA, UN MÉDICO!

Pero el caos de la batalla seguía reinando, las fuerzas humanas todavía tenían que barrer a los zombies. Ralexion maldijo a su suerte, no era ni cirujano ni médico, no sabía qué cuidados necesitaba Zitarrosa, ni qué tipo de consecuencias le acarrearían moverlo ahora sin, por ejemplo, una camilla; ni siquiera estaba seguro de que su superior, llegado a esas alturas, pudiera vivir.

Además, sus heridas seguían ahí. El brazo le ardía más a cada momento que pasaba, y aunque él podría replegarse a pie hasta el campamento, no pensaba dejar a Zitarrosa ahí, no mientras viviera.